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El incesto —del latín incestus,[5] es decir, 'incasto, no casto'— es la práctica de relaciones sexuales entre individuos muy próximos por consanguinidad —parentesco biológico o consanguíneo—. Se califican como incestuosas, en todas las culturas, a las relaciones sexuales entre hermanos, entre madres o padres y sus hijos, entre tíos y sobrinos, entre abuelos y nietos, y así todos los ancestros consanguíneos con sus descendientes. Aunque la consanguinidad es menor, en muchas culturas se consideran también incestuosas las relaciones sexuales entre primos.[6]
A lo largo de la historia y en distintos ámbitos socioculturales, ha primado la prohibición del incesto y la búsqueda de nuevos vínculos de parentesco fuera del grupo social de origen —familia de orientación—,[7] si bien el grado de relación en el que quedan prohibidas varía según cada contexto. Esta regla se denomina exogamia, por contraposición a la endogamia.
La antropología del parentesco ha estudiado la organización dual de la sociedad en distintas culturas primitivas para llegar a la conclusión de que los individuos han buscado tradicionalmente pareja fuera del grupo familiar. El concepto de organización dual de la sociedad hace referencia al agrupamiento de los seres humanos en al menos dos segmentos tribales rivales. Estos tendrían carácter clánico y sus linajes, en caso de poder establecer el nexo genealógico con un antepasado concreto, buscarían establecer una nueva relación social de amistad y de cooperación mutua mediante lo que se denomina «matrimonio» —relación de afinidad o de alianza anteriormente aludida—.[8]
No obstante, se encuentran algunas excepciones históricas a la prohibición universal del incesto. Tenemos los casos de las monarquías del Antiguo Egipto —véase, por ejemplo, la biografía de Cleopatra, quien gobernó en matrimonio primero con uno de sus hermanos y luego con otro; la de los monarcas del Imperio inca y las de los antiguos monarcas hawaianos—. En todos los casos primaba una «razón de Estado» que se podía resumir en el intento de mantener concentrado el poder en una familia —dinastía—; por esto, tales incestos solían ser a veces nominales y legalizados; tales incestos concluían frecuentemente con guerras dinásticas fratricidas.[9]